domingo, 4 de diciembre de 2011
El camino equivocado
Entre los muchos análisis que se pueden hacer de la actual crisis europea está el político, y desde ese punto de vista a mí me parece que sencillamente estamos ante una lucha por intentar imponer la hegemonía por parte de Alemania. Cuando Merkel habla de cesiones de soberanía, en realidad se refiere al resto de países, ya que el euro es cada vez más el marco alemán y el BCE el Bundesbank. El parlamento alemán ya decide por nosotros cual debe ser nuestra política fiscal, financiera, laboral y social. El viejo sueño parece que está haciéndose por fin realidad.
Pero también se puede hacer el análisis económico, y eso es lo que yo intento abordar en este blog. Desde ese punto de vista, los caminos que se están emprendiendo en Europa en política económica son desde hace varios años un completo dislate sin explicación racional. Se ha instalado en nuestras mentes una especie de cuento o parábola que nos susurra continuamente que la culpa es de la cigarra, que derrochó en las épocas buenas y ahora, cuando las cosas vienen mal dadas, debe dejar de llorar y apretarse el cinturón. Para reforzar este relato, continuamente vemos en televisión al lumbreras de turno diciendo que la austeridad es el camino para construir la confianza, que será lo que nos devolverá a la senda del crecimiento. Es lo que Krugman llama el hada de la confianza. Pero el único problema de este bonito cuento, aunque nuestro cerebro nos diga otra cosa, es que simplemente es erróneo, y por eso el reciente acuerdo de esta semana, aunque ha causado un alivio momentáneo en los mercados, no servirá para nada y pronto volveremos a ver las tensiones en los mismos.
La realidad es que Europa en su conjunto lleva más de un año aplicando la austeridad, y que ello, en lugar de impulsar el crecimiento como nos habían prometido (entre otros Trichet, Merkel, Cameron) nos ha llevado a una recesión que cada vez va a ser más profunda. No podemos extrañarnos de que los mismos que nos hundieron una vez nos vuelvan a hundir ahora: provocaron la enfermedad y luego les dijimos que se ocuparan de curarnos. Como he insistido en otros posts, el problema no es un gasto demasiado elevado, sino un gasto demasiado reducido en Europa en su conjunto, motivado por la obsesión por el déficit y la inflación. El diagnostico equivocado nos impide separar la paja del grano y diferenciar los casos de fraude fiscal (Grecia) de lo que son déficits lógicos causados por la recesión económica y la consiguiente bajada de la recaudación. Ahora ya todo el mundo acepta que la nueva recesión es inevitable, si no estamos ya en ella, cuando otros llevamos meses avisando de que tal cosa era lo que iba a ocurrir si seguíamos por ese camino. Y aún así, se sigue insistiendo en el mismo mantra de la austeridad como el remedio de todos los males. Esto en lo que respecta a la política fiscal, pero la monetaria ha seguido el mismo camino erróneo, y no es casualidad que el recrudecimiento de las tensiones en los mercados de deuda se originen justo después de que el BCE subiese el tipo de interés, con el fin de cumplir con su sacrosanto mandato de controlar la inflación. La combinación de la austeridad con la obsesión antiinflacionista nos llevará a la siguiente estación del camino, que es la destrucción del euro.
Por tanto, y sin entrar en las cuestiones políticas que mencioné al principio, necesitamos políticas fiscales y monetarias expansionistas que impulsen el crecimiento, como única vía para salir de la crisis. El argumento que se escucha es que no hay margen para ello, lo cual es un reconocimiento implícito de la necesidad de ese impulso, pero lo cierto es que no se trata de un problema de margen sino de ensanchar los límites, lo cual pasa por bajar los tipos y convertir al BCE en el prestamista de último recurso. Eso no implica necesariamente darle a la maquinita de imprimir billetes, pero si fuese necesario habría que hacerlo. Ello no nos llevaría a una inflación desbocada, como nuestros famosos sabios temen, ya que la expansión monetaria en un entorno de recesión no es inflacionista, como se sabe desde Keynes. Por supuesto que también necesitamos reformas, pero éstas deben ser debatidas y analizadas, y sobre todo no deben hacerse cuando la economía está deprimida.
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