lunes, 19 de septiembre de 2011

Empieza a ser peligroso dejar Europa en manos de banqueros, economistas y políticos. Muy peligroso. Lo ha dicho John Banville, y no le voy a llevar la contraria. Los que tenemos sobre nuestra conciencia la pesada carga de una de esas tres condiciones (en mi caso la segunda), somos culpables de buena parte de lo que ha ocurrido en este mundo nuestro en los últimos años.

Son muy diversas las causas del desastre que ahora vivimos, y la inconsistencia de las teorías económicas no es la menos importante. El mayor obstáculo para que la economía sea considerada una ciencia es la estrecha relación que tiene con los intereses de todo tipo de agentes, fundamentalmente políticos y sociales, pero también religiosos, militares o profesionales. Ello sin embargo no significa que la economía no haya avanzado desde los tiempos de Adam Smith, y estoy casi seguro que de las llamadas ciencias sociales es de largo la que mayor evolución ha tenido. Hoy día tenemos los conocimientos suficientes para prevenir con ciertas garantías los efectos nocivos de los ciclos económicos, y se han desarrollado los instrumentos que permiten evitarlos, o si ya se han producido, de mitigarlos y recuperar los niveles de actividad y bienestar. Si no se aplican es por la predominancia de las ideologías.

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