No lo he escrito antes en este blog, pero debo decir que estoy en paro. Hace ya seis meses que una reorganización tras la compra de mi empresa me puso en la calle, y desde entonces he intentado por todos los medios reincorporarme al mundo laboral, sin éxito. A los que estamos en esta situación se nos intenta animar desde todos los ámbitos, tanto la familia como los amigos, pero también de forma genérica, los políticos, los responsables de recursos humanos y los escritores de libros de autoayuda. Casi todos coinciden en que hay que tener paciencia y, sobre todo (esto es importantísimo), hay que tener una "actitud positiva". Proliferan los "coachs", profesionales o no, que no paran de repetir como un mantra frases que te quieren convencer de que si piensas mucho en una cosa, al final se cumple.
Esto de tener que ser positivo, optimista y feliz por obligación no es una cosa nada fácil, sobre todo cuando ves que a pesar de tu sonrisa, el saldo de la cuenta bancaria cada vez está más cercano a 0, tus hijos se preguntan extrañados cómo es que su papá va ahora tanto a recogerles a la salida del cole, y todos te dicen que no entienden cómo alguien con tu currículo no es capaz de conseguir trabajo. Casi parece que te están culpabilizando.
Lo cierto es que las dos virtudes que se nos piden, paciencia y fe, están muy sobrevaloradas. En el primer caso basta con ser consciente de la fugacidad del tiempo; en el segundo, quién no ha tenido suficientes experiencias negativas como para saber que no mueve montañas.
¿Qué hacer? Tendré que ser positivo.
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