Probablemente nada hay más difícil que decidir el momento en el que actuar. Existen personas cuya naturaleza les impele a tomar continuamente decisiones sin pararse a analizar detenidamente las consecuencias, porque consideran que siempre es mejor hacer algo que nada. Otras personas, por el contrario, son víctimas de la parálisis por el miedo al error.
Esto parece ser que es lo que le ocurre a Trichet y a sus compañeros del BCE. Constreñidos por el mandato estatutario de control de la inflación, ante las presiones de distintos sectores para que bajen los tipos de interés refuerzan sus posiciones inmovilistas y defienden su no-actuación como la mejor de las opciones. Argumentan que una bajada avivaría las tensiones inflacionistas, provocando la mayor de las catástrofes. Hoy mismo lo ha reiterado uno de esos miembros del BCE, el español González Páramo.
Hace más de tres años que vengo oyendo a los agoreros acerca de la posibilidad de una inflación desbocada, en una espiral diabólica que tendría finalmente como consecuencia el hundimiento del sistema capitalista. Pues bien, el diablo de la inflación de momento no se ha dignado a aparecer, y en EEUU el tipo de interés del 0% tampoco parece que haya servido para que los precios se volviesen locos. ¿Por qué los hechos se empeñan en llevar la contraria a nuestros sabios convencionales? ¿Será que los hechos mienten?
Entre tanto, la subida de tipos del 2010 en Europa y su actual mantenimiento han provocado el agravamiento de los sufrimientos de empresas, familias y gobiernos. Se le niega el oxígeno al enfermo, no sea que vaya a saltar corriendo de la cama. Este humilde bloguero no tiene evidentemente la autoridad para contradecir al BCE y su comité de sabios, pero puede al menos contar lo que ve: familias donde no entra ningún salario ni subsidio, enfermos que tienen que esperar aún más para que les vea el médico o les opere, empresas que no cobran y no pagan, bancos que cada vez necesitan nuevos fondos para sanearse y que no prestan nada a nadie, profesores que tienen que atender a un número creciente de niños con medios cada vez menores, políticos demagógicos, tertulianos vociferantes, vendedores de libros de autoayuda, egoísmo.
El necesario descenso de los tipos en Europa no sería suficiente para poner en marcha la máquinaria productiva y económica; sería necesario que el dinero que de esa forma se inyectaría en la economía se pusiese en circulación en dirección a los inversores, las empresas y el tejido productivo, y no a los especuladores. Esto sólo lo pueden hacer los gobiernos, como comentaré otro día.
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